Javi F. Blázquez
Con la relativamente nueva figura del conservador-restaurador en el ámbito cultural y, como no, laboral se castiga a veces la figura del imaginero cuando éste trata de restaurar una imagen procesional. Todas las intervenciones realizadas en centurias pasadas por imagineros han causado posteriormente fama, y no precisamente buena. Se cree que el imaginero no es capaz de suprimir su sello personal en la imagen a la hora de intervenir, que el genio creador no lo va a poder controlar. Si a esto se le añade que en la actualidad sigue habiendo intervenciones del estilo de siglos precedentes, el poder llegar a realizar una intervención sin que después sea debatida, criticada o comentada se convierte en algo con lo que lidiar constantemente.
Actualmente coexiste el imaginero y el conservador-restaurador, y ambos son llamados para intervenir en imágenes. No todos los imagineros actuales intervienen de la forma en que lo hacían en épocas pasadas. El conservador-restaurador recibe muchísima formación teórica, llegándose a sensibilizar con todo tipo de bienes culturales de una manera especial. A la hora de intervenir una imagen procesional, muchos son los análisis previos necesarios para pasar a la acción, como radiografías, estratigrafías, etc., que perfectamente conoce y sabe interpretar este profesional, pero hay imagineros que también se han actualizado, se han preocupado por formarse en este terreno para saber interpretar tales pruebas.
Por lógica, cualquier persona que lleva a cabo una creación, por ejemplo una escultura -dada la temática comentada- conoce desde el primer minuto que comienza a tallar el cómo lo ha realizado, qué ha utilizado, con qué la ha creado. Con lo cual, por ende, el profesional mejor cualificado –a priori- es el imaginero o al menos a ello encamina tal planteamiento lógico. Pero para dar por aceptado esto, el imaginero debe tener en cuenta multitud de conocimientos teóricos, no solo prácticos. El respeto es imprescindible a la hora de intervenir una imagen procesional -y cualquier otra obra-, el imaginero no se tiene que preocupar únicamente por si plasma su impronta o no, sino lo que implica y significa hacerlo. Intervenir una obra de esta tipología supone, entre otras muchas cosas, tener en consideración los criterios y normativas vigentes para así saber cuáles son sus límites y no sobrepasarlos. Imagineros como Juan Manuel Miñarro López son un ejemplo de profesionalidad tanto en la creación de imaginería como en la restauración de ésta.
El conservador-restaurador, por formación, tiene ese respeto y cuidado. Sabe que antes de intervenir tiene que analizar la obra en todos sus aspectos técnicos. No se preocupa únicamente por una grieta, sino también por qué se ha producido esa grieta para prevenir que no vuelva a aparecer dicho deterioro, además de restaurarla. No es un escultor en potencia, con lo cual instinto creador está más que controlado, limitándose a restaurar aquello que necesita ser restaurado. Esto supone una desventaja para dicho profesional, el cual debe de procurar informarse sobre todos los procesos constructivos de la escultura, para así entender el comportamiento de los materiales constitutivo de una imagen procesional. Durante su formación, adquiere pequeñas nociones sobre esta materia, y además por obligación moral y profesional, tiene el deber de investigar acerca de estas manifestaciones artísticas para no cometer fallos en la lectura de análisis y diagnósticos. Algo de lo que debe ser consciente un conservador-restaurador es que una imagen procesional es una obra de arte viva, a la cual se le deben de aplicar criterios de conservación muy específicos, sin olvidar que dichas obras no se realizaron para permanecer en vitrinas de museos, sino para recibir un uso religioso continuo, entrando la manipulación en juego a lo largo de su existencia.
Considero y opino que ambas figuras son válidas para intervenir una imagen, pero para ello ambas deben y tienen que poseer una formación previa en las dos disciplinas que incumben en la intervención de estas obras: la escultura y la conservación-restauración. Ambos profesionales podrían cooperar para cubrir las necesidades de estas manifestaciones artísticas, aunque siendo realista, dudo que esto se llegara a cumplir por la innecesaria rivalidad que a veces existe.
Para finalizar, al igual que opino que ambos profesionales son aptos para intervenir estas obras, también digo que si unos de estos carecen de los conocimientos exigidos y de la ética que se requiere a la hora de restaurar, se convierte en el mayor agente de deterioro posible de una imagen procesional.
Javi
ooole por el post!!!
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Gracias 🙂
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Con tu permiso reblogueo… Me ha encantado.
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Me alegra que te haya gustado! Gracias 🙂
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Reblogueó esto en patrimars.
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Tal cual!
Para conservar-restaurar hay que ser conservador-restaurador, si además eres escultor, pintor, arquitecto, etc… Pues más enriquecedor será el resultado.
Pero «al César lo que es del César»
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Hola, en mi opinión el más calificado es el imaginero, porque, como se señala en el artículo es una obra de arte viva y el conservador es solo eso, conserva, no crea ni es capáz de ir más allá de hacer estudios y resanar grietas, ( no se diga igualar una encarnación, estofar, dorar, etcétera) los pocos que he conocido más bien son como burócratas frustrados porque solo conocen su bella teoría aprendida en un mesa banco…
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¡Nos alegra que nos lea gente ajena a la Conservación-Restauración! Te invitamos a visitar nuestro perfil de Facebook para conocer la gran cantidad de restauradores (e imagineros formados en conservación y restauración) perfectamente capaces de emplear sus profundos estudios en la recuperación de piezas empleando un largo etcétera de técnicas y, sobre todo, comprendiendo la vitalidad de la obra. Solo tienes que leer nuestra entrevista a Fernando Aguado. Una pena que hayas coincidido con «burócratas frustrados». ¡Suerte a partir de ahora y gracias por leernos! 🙂
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