Pablo Travasos
La muerte de Paul Philippot el pasado mes de enero, según muchos ‘padre’ de la conservación-restauración moderna como discípulo de Cesare Brandi por su papel activo en diferentes instituciones internacionales y en momentos claves como la redacción de la Carta de Venecia, me hizo recordar el peso que a lo largo de la historia han tenido diferentes disciplinas en la actual definición de la conservación y restauración de bienes culturales.
Todo restaurador que se precie de serlo, conoce el trabajo de Cesare Brandi. Sus textos, reflexiones y sus propuestas. Historiador, escritor, crítico… la teoría de la restauración no se entendería sin su visión y sus méritos. El propio Paul Philippot, sería doctor en jurisprudencia e historia del arte. En la actualidad, los gurús encargados de marcar el norte en la intervención de obras son grandes científicos como el bioquímico Richard Wolbers o el ingeniero mecánico Shin Maekawa. El peso que ha ido alcanzando en la restauración la ciencia es un hecho tangible e indiscutiblemente necesario. En España, para hablar de lo bueno de casa, tenemos a la doctora en microbiología Nieves Valentín en la Universidad Complutense de Madrid, o podemos disfrutar de trabajos como el de la iglesia de San Nicolás de Valencia a cargo de la restauradora Pilar Roig de la Universidad Politécnica de Valencia.
Para recuperar todo este ‘tesoro’, se han empleado técnicas de restauración que abren nuevos caminos para la investigación en este campo, como la limpieza mediante microbacterias no patógenas alimentadas en laboratorio o el láser
Pilar Roig tras la restauración de San Nicolás de Valencia. Diario El Pais 4/2/2016
Pero volviendo al papel que juegan las humanidades, personalmente me resultan de especial interés los trabajos de investigación que desde hace algunos años se centran en el carácter matérico de la restauración, sobre todo, en relación a las necesidades y exigencias que las piezas contemporáneas demandan. Centrados en esta materialidad, y dejando atrás los hitos de Wittkower o Dagognet, las investigaciones de Florence Mèredieu o Marina Pugliese son un claro ejemplo de los nuevos parámetros contemporáneos de la conservación desde un punto de vista teórico y metodológico. Un buen ejemplo local, relativamente reciente y accesible a todos los públicos, sería el trabajo de investigación de Rosario Llamas Pacheco. En cualquier caso, la proliferación de estas investigaciones no hace más que evidenciar la superación de los paradigmas sobre los que tradicionalmente se ha venido edificando nuestra percepción de la conservación. Lo que, nuevamente, nos obliga a acercarnos a otras disciplinas para el enriquecimiento mutuo.
Esta situación que nos hace estrechar lazos con ramas como microbiología, ingeniería mecánica, o historia, no puede hacernos olvidar a nuestros hermanos de bellas artes. Y del diseño. El diseño. Fundamental en nuestro tiempo y a lo largo de todo el siglo XX y, por consiguiente, de total interés para nuestro trabajo. Sirvan de ejemplo las palabras de Dieter Rams (figura fundamental en la historia del diseño):
El buen
diseño tiene que ser innovador. El buen diseño debe hacer a un producto útil. El buen diseño hace a un producto comprensible. El buen diseño es honesto. El buen diseño es discreto. El buendiseño es longevo. El buendiseño es consecuente en todos sus detalles. El buen diseño es amigo de la naturaleza. Por último, pero no menos importante, el buen diseño es tan poco diseño como sea posible.Dieter Rams (1932 -)
Si hacemos el simple ejercicio de sustituir la palabra ‘diseño’ por ‘restaurador’ creo que podemos sacar conclusiones interesantes y aplicables a nuestro propio método de intervención. Un claro ejemplo de cómo con todos y de todo podemos y debemos seguir aprendiendo. Buscar inspiración y motivación en materias diferentes sigue siendo el camino para seguir crediendo. Porque como diría Picasso, “el artista mediocre copia, el genio roba”. En definitiva, seguir siendo curiosos. Y, sobre todo, creativos en nuestros procesos de estudio y de trabajo, combinando ideas diferentes para llenar vacíos existentes. Algo que, sin lugar a dudas, han hecho las grandes personalidades que han marcado el devenir de nuestra profesión. Desde Paul Philippot a Pilar Roig. Eso puede ser la restauración creativa.
Pablo