Pablo Travasos
El escaso periodo de tiempo que ha transcurrido desde la discutida restauración reconstrucción interpretación del Castillo de Matrera de Villamartín, en la provincia de Cádiz, nos permite revisar con cierta perspectiva la disparidad de opiniones que se ha generado a su alrededor. Si enfrentamos la polaridad de las valoraciones realizadas por los diferentes expertos apreciamos cómo desde el ámbito de restauración han proliferado las críticas a las tareas desempeñadas por el Estudio de Arquitectura Carquero; mientras que, el sector de los profesionales de la arquitectura ha decidido galardonarlo con el premio Architizer A+ en la categoría de preservación. Dos posiciones contrapuestas para una misma obra. Visiones aparentemente contrarias y, sobre el papel, prácticamente irreconciliables.
La deseada difusión que se desea alcanzar al realizar una obra de restauración llegó en este caso de la mano de la prensa, focalizándose en esta llamativa intervención y devolviendo la “restauración” a la realidad cotidiana de muchas familias a través de la televisión, la prensa escrita y las redes sociales, aunque sin llegar a alcanzar la dimensión mediática del fenómeno de Borja. A modo de ejemplo, entre los numerosos titulares de prensa, el publicado por el diario El Mundo el pasado once de marzo ilustra un pensamiento que puede haber arraigado entre el gran público: ¿Es el Castillo de Matrera una nueva chapuza en restauración? Leer en los medios de comunicación de masas “chapuza” y “restauración” en una misma frase parece ser habitual en los últimos tiempos. Aunque, por otro lado, también es digno de alabar el hecho de que aparezcan desligadas del exitoso mundo de la cocina y los fogones.
Creer que intervenciones como la del premiado Estudio de Arquitectura Carquero son dignas de llamarse “Restauración” parece, según lo que hemos podido ver y leer, que es debatible y discutible. Pero al entrar a compararlas con otras de perfil similar cualquier discusión posible parece carecer de sentido. En un ejercicio de contrastes, si nos trasladamos de la provincia de Cádiz a la de Zaragoza, podemos poner en valor las obras del Castillo de Matrera en comparación con las realizadas en Santa María de la Huerta en Tarazona. El trabajo en equipo de cuarenta expertos –restauradores, arquitectos, ingenieros, geólogos, arqueólogos…- ha permitido reabrir, tras treinta años, las puertas del inmueble, revelando además la existencia de valiosos mosaicos romanos y una basílica paleocristiana bajo su suelo. Es decir, una intervención modélica, fuera de todo debate y discusión, que le ha permitido conseguir el Premio Europa Nostra 2015 en la Categoría de Conservación y el Premio Internacional AR&PA de Intervención en el Patrimonio Cultural.
La valoración de ambos proyectos queda a juicio del lector. Desde este blog, naturalmente, nos alineamos y aplaudimos la inmaculada intervención zaragozana como ejemplo a seguir. Aplaudir, aclamar, mostrar y proyectar hacia el gran público este tipo de intervenciones es, a nuestro juicio, tan fundamental –o incluso más- que denunciar y criticar obras como la gaditana para poner en valor lo que somos capaces de hacer trabajando de forma conjunta, con sentido y criterios. Redes sociales inundadas de fotografías del Castillo de Matrera, en ocasiones, nos privan de ver tesoros como el de Tarazona. Conocer los buenos trabajos y difundirlos es algo absolutamente necesario para revalorizar nuestra profesión. Si hay algo peor a no ver, es no tener visión. Repensar y visionar una nueva restauración sigue siendo prioritario y empieza por nuestras propias inquietudes e intereses como especialistas en la materia. Criticar sí, valorar también, y más. De nuevo, enhorabuena al equipo comandado por los arquitectos Fernando y José Ignacio Aguerri. Un modelo a seguir.
Pablo